viernes, 9 de octubre de 2009

Purificando el Templo (Sermón 9 de Octubre)


Juan 2: 13-22

Introducción:
Hace tiempo unas cuantas mujeres se juntaban en una cierta ciudad para leer las Escrituras y convertirlas en el tema de conversación. Al leer el tercer capítulo de Malaquías, llegaron a una expresión extraordinaria en el tercer versículo, que decía: "Y se sentará para afinar y limpiar la plata." La opinión de una mujer era que tenía la intención de mostrar la perspectiva de la influencia santificadora de la gracia de Cristo. Luego ella propuso visitar un platero y reportar a ellas lo que él dijera del tema.
Ella fue y sin decirle el objeto de su tarea, le rogó al platero contarle el proceso de refinar la plata, que le explicó extensamente. "Pero señor," le dijo, "¿se sienta cuando el trabajo de refinación se está realizando?" "Por supuesto, señora," contestó el platero. "Debo sentarme con mis ojos bien fijos en el horno, porque si el tiempo necesario para la refinación excede en el menor grado, la plata será dañada."
La mujer vio al instante la belleza, y el consuelo también, de la expresión: "Se sentará para afinar y limpiar la plata." Cristo ve necesario poner sus hijos en el horno, sus ojos están bien fijos en el trabajo de purificación, y su sabiduría y amor están ambos enlazados de la mejor manera para ellos. Sus pruebas no vienen al azar, "Pues aun vuestros cabellos están todos contados."
Al irse la mujer del taller, el platero la volvió a llamar y le dijo que todavía faltaba mencionarle algo. Dijo que solo sabe que el proceso de la purificación está completo, por ver el reflejo de su propia imagen en la plata. ¡Qué bello ejemplo! Cuando Cristo haya visto su propia imagen en su pueblo, su trabajo de purificación se habrá cumplido.

1. Los judíos habían olvidado el verdadero significado de la pascua

Cuando haces algo por un largo tiempo se convierte en rutinario. Es a ese conformismo el cual debemos poner mucha atención. Los judíos habían celebrado tantas pascuas que habían olvidado el verdadero significado de estas. Habían olvidado que el Dios a quien le ofrecían al sacrifico era quien libró a su pueblo de la muerte de los primogénitos, que el pan sin levadura lo comían por que tenían que salir apresuradamente de allí. Al entrar Jesús al templo encontró una “casa de mercado”. A la gente le preocupaba más el comercio de los sacrificios, los cambistas hacían lo que querían; era un ambiente de hipocresía. Jesús haciendo un azote de cuerdas se propuso purificar el templo. En nuestros días nosotros muchas veces olvidamos el verdadero significado de la salvación. Llegamos a las iglesias por una rutina, o pensando que es una manera diferente de socializar, esperamos que termine el culto para vivir una vida rutinaria, los sermones ya ni nos llegan al corazón porque estamos totalmente endurecidos, se vive un ambiente de hipocresía, si no es contra los hermanos es contra nosotros mismos porque aparentamos vivir una vida falsa, nos engañamos a nosotros mismos.

2. “…El celo de tu casa me consume…”

De algo que puedes estar seguro es que si hay algo torcido en tu vida, Jesús lo enderezará. La Biblia dice que Jesús perfeccionará su obra hasta el día de su venida. Comparo el templo con tu vida porque somos el templo del Espíritu Santo, y si a Jesús lo consumía el celo de ver en un lugar donde se adoraba a Dios profanado ¿cómo no se ha de preocupar por nuestra espiritualidad? Es por ello la ilustración del principio, Jesús trabajará en nosotros hasta que vea su rostro reflejado en su obra.

3. ¿Con qué autoridad haces esto?

Cuando los judíos preguntaron ¿Qué señal nos das para hacer esto? Jesús les respondió “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”, Jesús se refería al templo de su cuerpo. Ni siquiera la muerte pudo detenerlo. Muchas veces nosotros dejamos de luchar con cosas internas que no nos gustan porque pensamos que nunca vamos a cambiar, es cuando debemos dejar todo en manos de Jesús. El apóstol Pablo decía que “cuando somos débiles, somos fuertes”. No es tu persona la que puede purificar el Templo del Espíritu Santo, es Jesús mismo quien tiene que hacerlo.

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